Heavenletter # 5460 Publicada el 05 de noviembre 2015
Dios dijo:
Querido,
las repeticiones del pasado te impulsan a protestar contra ti mismo y otros, a
reiterar reproches, reavivar viejos resentimientos, culparte y hacerlo con los
demás por lo que se dijo o dejaste de decir.
No es que protestes
contra otros porque sepas menos de lo que haces, más bien es porque te
reprochas no haber sido lo suficientemente lúcido para responder.
También puedes
reprocharte no haber sido bien intencionado como para bendecirte a ti mismo y
al mundo, despegándote de la situación.
Sin embargo este último
pensamiento pertenece a la ilusión e insinúa que el caos continúa en tu corazón, ya que
hacer lo correcto basado en la realidad del mundo sólo endurece más tu Sagrado Centro, en vez de hacer más
palpable a la calidez del Amor.
Tanto las justificaciones
como los reproches para estar bien con el exterior, rebajan tu condición del
Ser, te hacen retroceder a la ignorancia del ego, al dolor de las heridas por las que estás sangrando.
Pero si haces lo
contrario reemplazando con Bondad a
los reproches y justificaciones enrostradas de falsa justicia, podrás amarte a ti mismo, a tu prójimo y a Mí.
Cuando amas de verdad, la
pobreza de la ofensa no tiene cabida dentro de tu realidad, por tanto no la
expresas en los pensamientos, emociones, palabras y acciones.
Por favor, no utilices
la lógica de la mente para buscar las razones en tu accionar o inactividad, ya
que esto también te va a afectar porque percibirás a tus reacciones como
represalia, falta de amabilidad e incluso crueldad, equivalentes al enojo que
arde en tu corazón y no sería raro que te digas:
‘No puede hacerme esto a mí.’
‘No tiene ningún derecho.’
Pero estos son
pensamientos de alguien que se percibe como un infractor, incluso a nivel
inconsciente, ya que la culpa lo vulnera.
Estas sensaciones
ilusorias te impiden ver la inocencia en ti mismo, en ese momento especial, dónde no dijiste o pensaste
nada
malo del otro, e incluso, en el caso de haberlo hecho, tampoco hubo mala
intención, sólo una necesidad natural impulsada por el ego para defender tu propia postura.
Cariño, si piensas que reaccionaste desde la inocencia, no sigas defendiendo mentalmente a tu falta de consideración para contigo mismo o el otro, ya que esto significa que la acción de ese tercero te alcanzó mucho más de lo que te permites ver.
Reflexiona que el solo
pensarlo, incluso expresarlo con palabras a los:
‘¡Cómo se atreve a tratarme así siendo que carece de todo derecho y yo soy una buena persona!’
Sirven para empoderar al enojo
del ego, te ahondan la ofensa y no te sirve ni a ti, ni al otro, ya que esto
constituye una mera justificación propia de la ilusión.
Si otro violó la
sacralidad de tu espacio procediendo mal ante tus propios ojos, esto no
significa que vas a entablar una guerra interior contigo mismo, buscando
justificaciones que avalen tu reacción o la falta de ella.
Me dices, ¡Dios, pero como quieres que reaccione sin sentirme un cobarde, avasallado y violentado!
Si deseas saber que vas
a hacer con esta basura del ego, pues te digo que hagas un alto el fuego en tu
interior ahora, sin importar que a nivel externo el otro pueda seguir tratando
de agredirte y ofenderte, de múltiples maneras, para hacerte ver cuán afectado se
siente.
Amados
Hijos, si el fuego externo los conturba, Uds. son los que tienen que hacer un
alto a nivel interno de la conflagración, para que dejen de auto-justificarse,
inclusive de hacerlo indirectamente, con el mantenimiento de una contienda que los
enciende y enerva por repetir el pasado.
Repetición del pasado
Querido,
reflexiona primero como te sientes tú con todo este conflicto, luego trasládalo
al otro, ya que la otra persona, por más que no lo reconozca a nivel
consciente, en lo profundo, sabe que está actuando mal.
Las malas acciones les
repercuten a todos, porque aunque no se identifiquen a nivel consciente con
ellas y se autoproclamen inocentes a quien los quiera escuchar, el ego, internamente
les gesta un gran vacío de desolación e insatisfacción, que lo expresan
sintiéndose ofendidos, defraudados y doloridos.
Mantenerse dentro de la
ofensa no te sirve a ti, ni al otro, ya que con o sin equivocación no justifica
sostener una guerra interna y externa, por más pequeña que sea.
Cariño, bien o mal, perdonable o imperdonable, no entres en lo que te desfavorece, ya que no puedes hacerte cargo de las erróneas visiones e interpretaciones ajenas, entiende que no es tu problema, en absoluto.
Piensa que la otra parte
en sus percepciones erróneas, en realidad, vio una repetición de su propio
pasado que la trasladó a ti, incluso piensa que tampoco lo va a ver así, por
tanto, no hagas tuyo este sentido de pérdida ajeno, sintiéndote decepcionado o
traicionado.
Cuando experimentas este
tipo de sensaciones te traicionas a ti mismo, porque es inevitable que te
apoyes en el resentimiento.
Entonces, pídete disculpas
por haberte sentido ofendido y haber tomado una ofensiva contra ti mismo.
Deja
ir el delito, no mengues tu Poder interior por futilidades de la ilusión, utiliza este don que
te di para beneficiarte a ti mismo elevando la frecuencia de tu Conciencia.
No todo el mundo actúa
siempre en su mejor momento, más cuando se siente ofendido, esta comprensión también
vale para ti.
Deja ir, de lo contrario
vas a pelear una guerra interna sin fin, ya que en última instancia, con quien
estás enojado es contigo mismo por haber cometido el error de considerar y
preocuparte por una persona que te agradaba, pero te decepcionó.
Corazón, las limitaciones de tu realidad hacen ver a las ofensas ajenas como un pecado imperdonable, pero el dejar de amar es injustificable, aunque la otra parte haya importado, no se puede negar Amor por lo que sea que haya ocurrido.
Ahora viene la parte
difícil, si otro fue tacaño contigo de cualquier manera porque su codicia
interior le nublo la mente, no lo apliques en ti mismo, para que seas un Ser humano superior al ver con claridad
lo que otros no ven, e impedir que te afecte al punto de sostener una batalla de egos.
Amados
Hijos, les guste o no, la repetición del pasado entabla una lucha de voluntades
que tiende a convertirse en una batalla de egos donde, con el tiempo, no hay
ganadores solo perdedores y deja de importar la posibilidad de salir adelante,
por tanto, se contamina la pureza del Ser.
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